La impresión es sobrecogedora: Al entrar uno a esa iglesita blanca de tapia, suelo de barro apisonado, púlpito de colores dorados y rosados, se retrocede cuatro siglos o un poquito más. Es el templo doctrinero más antiguo de Antioquia, el de Nuestra Señora de la Candelaria en Sabaletas (…) De verdad que uno se eriza cuando rebasa un gran portón de madera café, y se va internando en ese espacio de 23 metros de largo por 11 de ancho, oloroso a telarañas y polvo acumulado durante centurias. Uno siente que los fantasmas lo observan desde el coro de madera, o desde los altares.
Al fondo, uno ve, sin que pueda evitar un estremecimiento extraño, un altar mayor y dos laterales. Si se voltea la mirada, se topa uno con un cristo hermoso añoso, que duerme sus martirios en una urna de cristal. Y si se aguza el oído, puede uno escuchar los pasos de viejos conquistadores, los soldados de Jorge Robledo, que en 1540 fundaron el caserío con una hermosa capillita, sobre una colina de las imponentes montañas paisas. En los nichos de los altares uno puede observar, con éxtasis, a un señor del triunfo, y a la Dolorosa, y arriba vestida de blanco, como una novia, a la Virgen de la Candelaria. Es una iglesia sensacional”*.
Este bello texto, encontrado en fotocopias en el corregimiento antioqueño de Sabaletas, es de presunta autoría de Julio Martín Quirama, quien custodió esta capilla de hasta hace una docena de años aproximadamente.
Es irónico, aunque tiene casi 500 años y aunque Antioquia tenga fama de ‘rezandera’, la iglesia no es muy conocida. Sin embargo, aún se mantiene vigente y ostenta orgullosa el título de ser la capilla en la que ‘Antioquia aprendió a rezar’.
Declarada Monumento Histórico en 1963 por la Asamblea de Antioquia y Bien de interés cultural de la Nación en 1984 mediante Decreto 3003 en el Gobierno de Belisario Betancur, la capilla de Sabaletas es un lugar lleno de historia, milagros y secretos que por años han vivido de generación en generación resguardados por la familia Quirama, que desde la construcción y hasta la actualidad, ha custodiado este templo.
Su historia
Erigida sobre un antiguo rancherío indígena, no hay una fecha exacta sobre su construcción, pero concuerdan los estudiosos en que fue a mediados de los años 1.500. De hecho, en su interior hay una pizarra verde en la que se indica que su fundación fue en 1.541, época en la que en la zona habitaba la tribu indígena de Quiramá.
Cuentan que todo comenzó “cuando el Mariscal Don Jorge Robledo de Popayán con 84 hombres en busca de un tesoro que pudo ser el tesoro de Arvi o las minas de oro de Buriticá. En este recorrido -conocido como la ruta del Mariscal Robledo- se cree que llegó a Sabaletas hacia el año 1541 encontrando un tambo o bohío, poblado por un grupo de indígenas a los que llamó los Armados, siendo obligados a convertirse al cristianismo y a construir esta capilla, en la que a partir del 1600 se conocieron los primeros rezos.
María Margarita Quirama, quien maneja la capilla en la actualidad, cuenta otra versión, que viene de sus antepasados: dice que la Virgen de la Candelaria se le apareció a una indígena de nombre Locadita cerca de una cascada a las afueras del tambo y le pidió que le construyeran una iglesia en medio del rancherío, que en ese momento lo componían 14 chozas.
“En esa época no había sacerdote ni iglesia, a los indígenas no los habían evangelizado, entonces ella (Locadita) no sabía ni qué era esa imagen, pero decía que le gustaba mucho ese bulto”, dice doña Margarita con una sonrisa.
Dice la historia que tres veces intentaron llevarse la imagen de Montebello y tres veces no fue posible, debido a que esta se hacía cada vez más pesada a medida que se alejaban del lugar donde estaba, hasta el punto de hacerse imposible de cargar.
Entonces en el lugar donde está actualmente, donde había un cementerio indígena, se erigió la primera capilla de Antioquia.
Su restauración
El pasar de los años le ha pasado factura a la Capilla de Nuestra Señora de la Candelaria en Sabaletas. Dice doña Margarita que al menos cuatro restauraciones ha sufrido esta histórica estructura.
De acuerdo con la Fundación Ferrocarril de Antioquia, en 1978 le realizaron “una inadecuada transformación: el campanario que se encontraba en mal estado fue suprimido y reemplazado por uno de ladrillo y cemento que averió los muros en tapia de la fachada; además se modificó la estructura de madera de la cubierta, se le puso piso de cemento a la sacristía, se corrigieron los deterioros de las tapias con pañete de cemento y se desmontaron las puertas y ventanas originales para reemplazarlas por burdas copias”.
Fue por lo anterior, que entre los años 1997 y 2000, esta entidad se encargó de una nueva restauración, en la que gran parte se dedicó a corregir los graves daños causados por la intervención de 1978.
«En la intervención realizada por la Fundación Ferrocarril de Antioquia, se procedió a efectuar los amarres estructurales que requerían las tapias, se recuperó la estructura de la cubierta en el sistema colonial de par y nudillo, se recuperó el campanario en madera, se restauraron las puertas y ventanas originales y se instalaron nuevamente en sus respectivos vanos», informó la entidad.
Luego, en agosto de 2004 y en marzo de 2012 hicimos un mantenimiento preventivo sobre la carpintería de madera, con recursos propios.
Han pasado 22 años desde aquella intervención y este templo aún conserva elementos de hace casi medio siglo, como dos baúles que están en la sacristía y también las imágenes de los Santos en madera que allí permanecen, algunas con elementos vistosos como vestidos nuevos y otros no tan vistosos como cinta adhesiva, nylon, cabuyas y clavos para mantener las partes que se les van cayendo.
Todo esto, sumado al comején que se está comiendo el altar y otros elementos del templo.
Fuente: https://www.eltiempo.com/